La cultura emprendedora de una empresa se resume en su habilidad para emprender. La iniciativa empresarial y su capacidad para afrontar de manera exitosa cada uno de los retos que surgen se sintetizan en la actitud y la aptitud de cualquier Startup. Así que cultura empresarial es = actitud + aptitud.
Suena muy fácil seguir esta fórmula y para algunos probablemente no ha representado ninguna dificultad ponerla en práctica. Sin embargo, existen varios factores que podemos tomar en cuenta si aún no tenemos claro cómo funciona la suma de este par.
Concretar una idea y que ésta funcione como el motor del emprendimiento, es decir; una buena actitud empresarial empieza por concretar una idea de negocio.
La realidad toca la puerta. No basta con pensar e imaginar. Es indispensable tener la disposición de convertirla en… ¡El negocio! Es decir, una buena aptitud consiste en organizar y canalizar un plan que nos permita pasar del dicho al hecho.
Tener claro cuáles son los elementos indispensables para combinar idea y modelo de negocio con el objetivo de obtener resultados exitosos: diseñar un plan organizacional, elaborar informes, cumplir con los requerimientos necesarios, tramitar el financiamiento, conseguir medios materiales, talento humano, hacerse de una buena cartera de clientes y socios, establecer alianzas con proveedores responsables, dar a conocer el emprendimiento y vender.
¿Otra vez aptitud? Todo emprendimiento es un reto. Por eso es necesario mantener la mejor disposición para resolver problemas, crear soluciones y aprovechar oportunidades.
¡Estar siempre atento! Idear, concretar, poner en marcha y “hacer mantenimiento”. Una vez que el emprendimiento está dando sus primeros resultados no podemos descuidar ningún elemento. El emprendedor siempre debe vigilar que todo funcione bien y revitalizar el negocio. Advertir los cambios del entorno, las nuevas necesidades de los clientes, el surgimiento de nuevas tecnología, fortalecer las redes de contacto y todo lo que mantenga a flote lo que tanto nos costó construir.
Todo emprendedor sabe muy bien que nada garantiza el éxito. No existen fórmulas fijas ni patrones inamovibles. Precisamente por eso la cultura emprendedora exige de sus agentes perspicacia, vivacidad, rapidez de reacción y una combinación entre actitudes y aptitudes que constituyan una cultura emprendedora hábil y llena de vitalidad.